Sueño universitario:
El ser y quehacer universitario
que demandan estos tiempos
“Los libros no están hechos para pensar,
sino para ser sometido a investigación”.
Umberto Eco
Luis Fernando Hernández González.
Ante los valores que rigen los principios que determinan la vida universitaria, cabe recodar la lucha permanente que ha mantenido la existencia de esta noble institución en el complejo sentir de la sociedad mexicana en cada uno de los momentos de su historia, confrontando intereses y presiones de grupos antagónicos, lo mismo idealistas, liberales, progresistas, que aquellos reaccionarios y conservadores, al ser ellos, los mismos que permanentemente se disputan su conducción como forma de influencia en su quehacer introspectivo que tiene como misión objetiva, las demandas de toda la población en sus diferentes campos de actividad.
Es la propia universidad el sitio ideal para la reflexión en libertad de opinión y de pensamiento al constituirse en claustro académico del saber, bajo la premisa indubitable en cuyos elementos descansa la ciencia, la academia, la investigación y la extensión de la cultura, para el encuentro de la verdad, conjunto de principios articulados, además de indispensables dentro del ejercicio de su propia esencia formativa que es la educativa, es en esta institución como centro de saber, el sitio fundamental para la búsqueda indiscutible de respuestas que plantea la sociedad en cada uno de sus entornos de realidad para brindar a la misma comunidad los proyectos oportunos que le hagan elevar su calidad vida y nivel de bienestar, individual y colectivo, mediante su compromiso formativo en sus autoridades, sus maestros y sus alumnos.
Es en el sentido fundamental de la libertad académica y de cátedra, en donde se cimientan los propósitos educativos de la universidad, de ahí el por qué los diálogos y debates del ser y quehacer de la universidad, que sostuvieran los maestros Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano, son a pesar del tiempo trascurrido la piedra angular de todo compromiso universitario, cuando en sus debates mantienen su posición uno en la búsqueda del sentir científico que es la indagación de la verdad, el otro en defensa de los propósitos y fines sociales en los que se debe de mover la responsabilidad del ser universitario bajo el carácter de cómo debe de corresponder a una realidad social del pueblo mexicano.
En sus lemas de distinción: “Por mi raza hablará el espíritu” y “En el bien fincamos el saber”, cobran vigencia los propósitos y fines que la misma sociedad busca encontrar en sus raíces de aplicación y responsabilidad institucional, al edificar en su esencia creativa al hombre nuevo que demanda de formación educativa para una realidad, cuyo fin es el de crear en sus aulas a los hombres y mujeres que sean los artífices de construir una mejor sociedad en todos los aspectos.
Y de ésta manera materializar su vocación de identidad y pertenencia, lo mismo de servicio que se desprenden de su ordenamiento estatutario, su declaración de principios que tienen como objetivo y meta corresponder al sentir de toda la sociedad.
El compromiso de la universidad no se debe de circunscribir a la paz interna y mucho menos a la tranquilidad de las conciencias; su atributo y propiedad, en ello va el reconocimiento, estriba en la libertad, en la reflexión, en la creación, en la investigación, en la difusión de la cultura y en el debate de las ideas que demanda en este tiempo la justicia, la igualdad, la democracia, la oportunidad y la solidaridad de toda la sociedad.
Cabe recordar las participaciones de dos grandes personajes: uno, como lo expresó el Dr. Salvador Allende, en la Universidad de Guadalajara, cuyo argumento gira en torno al juego de palabras "jóvenes viejos y viejos jóvenes". En el cual marca un cambio necesario en el pensamiento de la juventud para entender una realidad social y el compromiso de los jóvenes para atender la realidad que demandan con urgencia estos tiempos.
El otro, el de Don Jesús Reyes Heroles, que siendo Secretario de Educación, establece en su discurso una relación dialéctica entre la educación y la historia nacional, cuando señala que: “educar es el desarrollo formativo que nos permite asumir como propios los valores que mueven a nuestra nación, impulsar la educación para fortalecer y perfeccionar nuestra identidad y pertenencia, para a la vez fortalecer así nuestra independencia nacional ”. |